Un charco es un pequeño lago de agua dulce, habitado por imágenes efímeras.

Es como asomarse al abismo, es una puerta al océano, es la antesala de una nube, el umbral de otra dimensión.

A veces es un espejo retrovisor por el que miramos hacia delante.

Otras veces el mundo se desdobla, y perdemos el sentido del arriba y del abajo.

El charco a veces transparenta y a veces refleja. Es un lugar mágico donde por unos momentos, y si la luz es propicia, reconocemos fotografías antiguas con los bordes rotos.

Es una realidad simultánea, una superposición de estados, pendiente de fijarse como la realidad de Schrödinger… pendiente de saber, como ocurre en “la noche boca arriba”, si lo soñado es lo real o la realidad es un sueño.

 
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